Djokovic conquista Roland Garros y el récord de 23 Grand Slams
El tenista serbio derrotó a Casper Ruud en la final del segundo Grand Slam por 3-0, con parciales de 7-6 (7/1), 6-3 y 7-5, en un duelo que marcado por tres horas y 13 minutos.

El serbio Novak Djokovic (3º ATP) ganó Roland Garros al derrotar en la final a Casper Ruud (4º) este domingo y se convirtió en el primer tenista que alcanza los 23 torneos del Grand Slam, rompiendo el empate que mantenía con Rafael Nadal.
El serbio, que conquistó su tercer Roland Garros tras haber ganado en 2016 y 2021, se impuso por 7-6 (7/1), 6-3 y 7-5, en tres horas y 13 minutos.
A sus 36 años nadie tiene una colección similar: se convierte en el único tenista que ha ganado todos los Grand Slams al menos en tres ocasiones y el lunes recuperará el número 1 de la ATP, por lo que extenderá a 388 semanas su récord en la posición de honor.
Saltó a la pista casi sorprendido. Pero con el paso de los minutos demostró que nadie se agarra al partido como él y poco a poco fue encontrando rendijas en la solidez de Ruud. Quirúrgico, acertó con su primera bola de rotura y el duelo se fue al ‘tie-break’.
Djokovic entró a su séptima final de Roland Garros de puntillas, sin hacer ruido, casi con miedo a impresionar demasiado con su enorme palmarés, sabedor de que el público de París no le tiene en alta estima y que cualquier signo de soberbia solo podría empeorar la relación.
Dejó que las miradas se fuera a la grada donde sonreían estrellas del fútbol, Kylian Mbappé departía con Zlatan Ibrahimovic, Olivier Giroud bromeaba con Benjamin Pavard y la leyenda del fútbol americano Tom Brady alentaba desde el palco del serbio.
Su juego timorato encontró respuesta en el noruego, que se afianzó en el fondo de la pista y puso en marcha su monótono ritmo, una sintonía que le permitió colocarse 3-0 y dirigir la marcha, imponer su ritmo lento, acorde con el bochorno que hacía brillar las frentes en la capital francesa.
Desde el fondo de la pista dictaba Ruud, moviendo al rival, tratando de amordazar sus armas, jugando con la trigonometría para acallar la potencia del serbio.
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Pero no llegó a crear inquietud, ni rescató los fantasmas de aquella final de 2021 en Nueva York cuando, camino de su cuarto grande en un mismo año, se asustó ante Medvedev.
Daba la impresión de que a poco que apretara el serbio, el partido cambiaría de ritmo. Ruud pasó a dos puntos de apuntarse su primer set contra el serbio en cinco partidos, pero no tuvo el instinto asesino que merecen ocasiones como esa.
El noruego aguantó el fuerte hasta el juego de desempate, pero ahí su muralla se derribó como un castillo de naipes. Djokovic hizo lo esencial, lo estríctimente necesario para colocar de su lado la final apuntándose su sexto juego de desempate de seis en este torneo.
Pasó momentos de apuro, como en las dos finales que ganó anteriormente, pero menos que frente a Murray en 2016, cuando el británico golpeó primero, y muy lejos de la de Tsitsipas de hace dos años cuando el heleno llegó a ganar los dos primeros parciales.
El de Belgrado se agrandó y el escandinavo se fue amilanando a medida que el partido se elevaba a la altura de una final de Roland Garros. Ni el cartabón del noruego era ya tan preciso, ni sus piernas tan frescas, ni la cabeza tan espabilada.
El serbio se apuntó tres juegos consecutivos y no necesitó forzar más, solo conservar su saque, apenas inquietado por la tibieza del noruego, para situarse a un set de la gloria.
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Lejos de querer irse con un 6-0 como el año pasado ante Nadal, Ruud mantuvo su run run fiel a su estilo de puro terrícola, desde el fondo de la pista que le ha hecho ganar en esa superficie nueve de sus diez títulos y más partidos que nadie en lo que va de década.
Hasta que Djokovic dijo basta, puso la directa y liberó su brazo camino de la leyenda.